miércoles, 9 de febrero de 2011

12 de agosto de 1665

12 de agosto de 1665

Caballero Bernini, no sólo quiere quitarme la gloria de mis trabajos, que tanto ha hecho por desmerecerlos, sino que, además, ¡aprovecha toda ocasión para mofarse de mi persona! Ni soy yo de su admiración y vive el cielo que Usted no es de la mia, así que no me venga con esas triquiñuelas propias de secretario baboso. Ya me imagino cómo se debía estar Usted riendo mientras redactaba esta carta suya, quizás, no quizás, estoy seguro, que rodeado de su corte de petimetres que le alientan a escupirme. Es Usted un canalla, y yo lo maldigo a arder en ese fuego del que me habla: llamas prendidas no por la grandeza y el arrebato que acompañan la perfección, sino por la vileza que genera la vanidad más estúpida. Usted considera “quimeras y fantasías” lo que yo llamo una mera constatación de su deshonor. No se me pasa por alto su bajeza al recoger las opiniones de todos esos arquitectuchos mediocres que tildan mis obras de bizarras y quiméricas, pero sepa usted, sepa usted, que si bien la gloria en este mundo es para los que la compran, la gloria del futuro es para los que la niegan. Así que haga Usted cuentas y verá que poco le debe quedar en la bolsa.

Además, va Usted bien errado si pretende desviar su zafiedad haciéndome entender que ese Baldinucci del demonio se ha hecho también opositor suyo, como si con eso pudiera negar su tendencia a disponer de lo ajeno. Todo el mundo sabe en esta ciudad que los ataques que ese imbécil me profesó hace unos años fueron instigados directamente por Usted cuando denuncié los cálculos de sus torres para San Pedro, que, efectivamente (¿quizás Usted lo ha olvidado?) hubo que remozar. Usted intentó indisponerme contra el Papa, con tan pocas agallas que tuvo que usar a un tercero, como ahora con su ayudante fisgoneando en mi estudio, para disimular su hipocresía y falta de hombría.

Le ruego no me haga perder más el tiempo, ni pierda Usted más el suyo conmigo. Pida confesión inmediatamente: no dude ni un minuto. La Compañía, estoy seguro, le lavará a gusto las manchas que tan a la vista están, aunque Usted las suponga tan naturales.

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